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Crónica de la Jornada del 9 de diciembre de 2014. Las TIC en el medio agroforestal.


La agricultura empieza a sacar partido a las TIC.

El Instituto de la Ingeniería de España celebró el 9 de diciembre una jornada sobre la utilización en la agricultura, y en concreto en el cultivo propiamente dicho, de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Las tecnologías ya existen, señalaron los expertos, sólo hace falta convencer a los agricultores de que son útiles y de su durabilidad, algo que para ellos es muy importante.


La jornada tendrá una segunda parte en primavera, en la que se abordarán experiencias concretas, comentó Vicente Gil Durante, vicepresidente del Comité de Sociedad de la Información del IIE, que introdujo la sesión recordando las previsiones de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación, del enorme aumento de la población previsto para 2050, lo que exigirá un 70% más de alimentos, producidos con menos agua, menos químicos y el mismo suelo.


En ese reto, las TIC y el análisis de datos pueden servir de ayuda a los agricultores, señaló Gil Durante, “para producir más, con mayor calidad y más barato”. Además, también pueden ayudar al usuario, que cada vez quiere saber más sobre los productos -de dónde proceden, cómo han sido tratados, etc.- “El concepto smart city ya nos es familiar. Ahora toca el smart agro”.


Guillermo Castañón Lión, ingeniero agrónomo, profesor de la Politécnica de Madrid y vocal del Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible del IIE, señaló los cambios radicales que se han producido en la agricultura en las últimas décadas: “Antes era el arte de la producción agraria, o rural. Dependía del agua, del suelo y del clima, y las cosechas eran anuales”.


Ahora en cambio, se habla del “sector agro, de la agricultura empresarial”, señaló, “que incluye todo el proceso hasta que el producto llega al consumidor”. Como demuestra el boom almeriense de los 70 y 80, que él conoció de cerca, “el clima ya no importa tanto, puesto que hay invernaderos baratos y riego por goteo y el suelo ya no es necesario”. Lo único que sigue siendo necesario es el agua, “y Almería es el lugar con menos agua de España”. Además, “se puso de moda producir tres cosechas anuales”.


Las nuevas tecnologías pueden producir otra revolución. “Ya no hará falta una persona en el invernadero, otra en la alhóndiga y otra en el norte de Europa para vender el producto: una sola persona con un smartphone puede hacerlo”.


La competencia está creciendo, señaló Castañón, y sólo el hecho de que el norte de África esté en conflicto evita que sea mayor todavía. “Hay que producir más, mejor, y respetando el medio ambiente, pero hay países que no lo hacen, y producen más barato”, lamentó.


Las nuevas tecnologías permiten ya “conocer los parámetros de la producción, la postproducción y la comercialización, así como hacer seguimiento del calendario de cultivo a través del satélite”, por ejemplo.


Pero los datos hay que transformarlos en indicaciones útiles para el agricultor, en tiempo real. Pero con matices: “En Almería teníamos un flujo de papel continuo con datos de radiación solar, que salía cada cinco segundos. Recuerdo con horror que llegabas el lunes, después del fin de semana, y tenías todo el tocho acumulado”. Se trata de dar la información justa en el momento adecuado, con sistemas de alarma que avisen cuando algo se sale de los límites normales.


“La agricultura es muy distinta a la industria. Las instalaciones deben ser modificables, tener un grado de obsolescencia pequeño -es decir, durabilidad-, y compatibilidad. Otra cosa que hace falta es que los programas sean sencillos y específicos. Lo que no tiene sentido, aunque ya se va haciendo cada vez menos, es aplicar un programas industriales para la producción agrícola”.


Las empresas del sector


El siguiente ponente fue José Luis Molina, director de Negocio de Hispatec, empresa de software agroalimentario con 25 años de experiencia. A su juicio, el agrícola es un sector en el que las TIC “se han aplicado relativamente poco, y en el que hay potencial para los próximos años, porque es un sector de años, no de trimestres; es decir, de plazos mucho más largos”.


Molina destacó que España es líder en “muy poquitas cosas”, entre ellas en exportar frutas y hortalizas, y que hay que aprovecharlo. “La gente en el planeta va a ser más y va a querer comer mejor; los que comen arroz tres delicias van a comer menos arroz y más delicias”, bromeó. “Tienden a una dieta con más proteína animal, y no tenemos una buena razón para convencerles de que no lo hagan”, por lo que hará falta más esfuerzo productivo con la misma cantidad de agua y con casi la misma cantidad de tierra. “Además, hay que ser rentable”.


En la gestión eficiente del agua y la energía pueden ayudar las TIC. Pero Molina quiso “huir del concepto big data”, y centrarse en el “data” a secas. “Hasta ahora no había datos en el campo. Necesitamos que nazcan en formato digital, algo aparentemente fácil, pero hay que hacerlo, y en una cadena de distribución con decenas de agentes, no es trivial”.


Las TIC dan información en varios frentes: en el mercado de materias primas, y en la trazabilidad de los productos, entre otros. “En la [mal denominada] crisis del pepino de 2011 con la tecnología de Hispatec se detectó de dónde venían los pepinos que habían sido culpados, lo que sirvió para demostrar su inocencia en 72 horas. Con todo y con eso España perdió 200 millones de euros. Podría haber sido peor”.


El agricultor, señaló Molina, “no está en el campo con la tableta. Da reflejos, se mancha, se rompe… Lo que el agricultor necesita es que haya sensores y que alguien le haga los cálculos, para tomar decisiones anticipándose al mercado”. En los perecederos, por ejemplo, deben integrarse con la comercialización, puesto que hay que saber al instante dónde van a ir.


Entre las soluciones que aporta Hispatec, Molina destacó el software de los cuadernos de campo, que se integran con la maquinaria de campo. “El vehículo que más informática embarcada lleva es el tractor, pero muy pocas veces su información se usa para algo”.


También existen los “bolígrafos digitalizadores”, que “vectorizan el trazo realizado en un cuaderno de papel de toda la vida, lo digitalizan, identifican los errores, y lo transmiten a alguien que trabaja con ello”.


Los grandes fabricantes de software no están preparados para el campo, señaló Molina. “No comprenden que de los 1.000 kilos de una nave salgan 900. Es que se evaporan, literalmente”. Se trata de entender el lenguaje del sector, añadió.


Molina considera que los drones no son necesarios, puesto que los satélites ya producen información precisa sobre teledetección. “Casi en la mayoría de fincas dan una pasada cada semana

Por último, el directivo de Hispatec nombró dos proyectos concretos. El primero, Hortysis, financiado con fondos europeos, que produce predicciones de temperatura en las zonas de consumo. “La demanda de melones y sandías aumenta por tres en las olas de calor, que se pueden saber con dos semanas de antelación. Con eso puedes sincronizar, un poquito, la producción, manejando la fertilización, el sombreo…”, explicó Molina.


El segundo es Weam4I, una red inteligente que une el sistema eléctrico con el sistema de riego agrícola. La idea es ajustar el riego, en la medida de lo posible, a los picos de consumo del resto del país, y a los máximos de producción eléctrica (cuando hay viento y funciona la eólica, por ejemplo), para aprovechar al máximo la energía producida.



Los ‘telecos’


Seguidamente llegó el turno de los ingenieros de telecomunicación metidos en el sector agro-TIC. Gil Durante comentó, en este sentido, que el sector agrícola “se está industrializando, no reindustralizándose, porque nunca lo ha estado”.


Juan Carlos Jiménez Güemes, socio fundador de la pequeña empresa de servicios IG4 Agronomy, se autodefinió como un “teleco echado al campo”. De familia rural, ha acabado trabajando en el campo, aunque “en lo más friki” posible, es decir, las TIC.


Su empresa prefirió centrarse en el trabajo de parcela, puesto que el resto del proceso (distribución, comercialización, etc.) en la agroalimentación son más similares a los de cualquier otro proceso industrial, y ya se usan bastante las TIC. “La parcela sí que es un mundo diferente”. En la parcela, la gente no va “ni con la tableta, mirando gráficas, ni con las Google Glass para que le digan qué árbol está bien y cuál mal”.


IG4 ha optado por ofrecer servicios al agricultor, en lugar de máquinas. “Se trata de ayudarle a decidir, no de venderle una instalación para que la tenga que arreglar si se le estropea, aunque esto no deja de ser una opinión”, reconoció Jiménez.


En la parcela el que decide es el agricultor, y al ser España un país muy atomizado, de pequeñas cooperativas, “no hay un grupo potente al que dirigirse y hacer palanca” para extender las TIC. “Hay que ir trinchera a trinchera”.


A veces es complicado cambiar los paradigmas, explicó, y puso de ejemplo el caso de una máquina cosechadora de fresas -que cuelgan lateralmente y deben ser cogidas a mano, cada pocos días además-, diseñada por la empresa onubense Agrobot, “que ha tenido que irse a California”, puesto que en Huelva no la querían. “No es sólo hacer un producto bueno, tienes que luchar contra la tradición.


Jiménez dio un repaso a los distintos sensores existentes (detectores de presión, monitorización para saber cuando hay que regar…), y se centró en la parte climática. “Ha habido una pasión por tener una estación climática, cuando el servicio meteorológico estatal, Aemet, y los autonómicos, dan acceso libre a sus estaciones”, subrayó. “A veces es interesante tener una propia, en una finca enorme. Pero habiendo una muy buena red pública, que cuesta un dineral mantener, no debe ser lo habitual”. En resumen: “No se hace un favor al agricultor vendiéndole cacharros”.


Humedad


Jiménez subrayó la importancia de medir la humedad del suelo, a la profundidad a la que ya no llegan las raíces de alimentación de las plantas, permite ahorrar agua y nutrientes, así como contaminación.


Asimismo, “faltan sensores para saber el estado de fertilización, que es muy dificil de medir. Ahora se toman analíticas en un sobre, se envían al laboratorio, y en cuatro o cinco dias lo tienes. Se están investigando sondas que lo detectan al instante, pero es una tecnología que no está desarrollada aún”. Por tanto, es partidario por ahora de las analíticas, “aunque las mínimas necesarias”.


Sobre la teledetección, que permite “saber como están las plantas a nivel visual”, y obtener información por ejemplo del estrés hídrico a través de una cámara térmica, ha subrayado que los satélites ahora ya tienen suficiente resolución y pasan con la suficiente frecuencia como para no necesitar un dron, “que lleva su parafernalia”. Tampoco ve Jiménez a un pastor guiando ovejas con un dron, ni a un dron fertilizando. “Sólo podría ser útil para reconocimiento de una parcela, si es pequeña”.


Es decir, que Jiménez ve recorrido tecnológico sobre todo en monitorización y en teledetección. “No podemos competir en precios con otros países, pero sí en sabor, y para eso hay que desarrollar la agricultura de precisión, exportar tecnología y método, innovar en variedades…”


Para terminar, se quejó de las barreras económicas en el sector. “Los productos son caros, un sensor térmico vale 100 euros. La industria tiene que hacer algo”. También hay que mejorar las comunicaciones: “No hay cobertura GPRS en el campo”.


Y, por supuesto, las culturales. “El agricultor dice: “¿Me vas a enseñar tú a regar?” Y no queremos enseñarle a regar, queremos que vea cómo está regando, y si tiene margen de mejora. Asimismo, hay mucha “desconfianza y miedo a compartir información. El agricultor no quiere que su vecino sepa la temperatura que tiene, cuando es la misma.”


M2M y el Internet de las cosas


El último ponente fue Ladislao Aceituno, gestor de Márketing y Desarrollo de Negocio de M2M y Soluciones Verticales en Telefónica España, que quiso contar “la parte de las chispas”, como él mismo dijo.


El smart agro, explicó, “no es informar de los precios de mercado a los agricultores en tiempo real para que sepan a qué precios vender, ni un servicio de mensajería”, en referencia a dos servicios utilizados en Bangladesh. Se trata, añadió, “de automatizar el aprovechamiento de la información para tomar decisiones”.


“El intercambio de información” en la agricultura, señaló, “es relativamente pequeño, por lo que es posible aquilatar la cantidad de información que quieres transmitir, y cobrar sólo por lo que se está transmitiendo”.


Uno de los problemas del sector agro es que “no vale cualquier tipo de dispositivo, porque va a estar a la intemperie, va a tener necesidades de alimentación distintas a las de otros procesos industriales, y las comunicaciones van a ser difíciles”.


En los proyectos que desarrolla Telefónica en el ámbito agrónomo intentan combinar el máquina-a-máquina (M2M) con el Internet de las cosas (IOT) -que permite comunicarse con las máquinas a través de la red-. “Podemos hacer que unas máquinas entiendan el lenguaje o protocolo de otras”. Para ello han desarrollado una plataforma, Smart Business Control, que traduce entre los protocolos de los distintos fabricantes.


Ya están trabajando en sensorización de la parcela y en automatización del riego. ”Nos apoyamos en gente que realmente sabe”, aclaró Aceituno. “Nosotros ponemos lo que sabemos hacer.”


A los agricultores “hay que darles mucha garantía de que la información se va a utilizar de forma desagregada, y que no se va a compartir con otros lo que no se deba compartir”. Por ahora están intentando entrarles a través de las cooperativas, de modo que éstas promuevan el uso de las TIC.


Por el momento, señaló, el M2M es cosa de empresas, y llevarlo a pequeños agricultores sería una forma de popularizarlo, y a largo plazo extenderlas a nivel más general.


Además del potencial en la producción, este tipo de tecnologías ayudan a hacer la vida de la gente más cómoda: “No tienen que andar dos kilómetros para apagar o encender un dispositivo”, en el ejemplo que puso Aceituno. Luego, la información se le presenta al agricultor de forma sencilla “y muy visual”.


De cara al futuro, Aceituno cree que el consumo de energía de los dispositivos debe decrecer, para desplegarlos en sitios donde no llega la alimentación.


El precio


En el turno de preguntas del público, Jiménez subrayó que la tecnología no se ha extendido, además de por razones culturales, por el precio, porque no hay economía de escala.


“El sector admite la tecnología si es útil, práctica y tiene la sensación de que va a estar ahí mucho tiempo, que no va a durar seis meses ni te vas a ir lejos”, señaló Molina. “Hablamos de un sector que trabaja a 20 años en invernaderos, con árboles que van a dar frutos en 5 años. Aquí no funciona el “me compro este cacharrito porque me ha gustado mucho”. De ahí por ejemplo, que Hispatec ofrezca servicios en vez de vender maquinaria.


Aceituno añadió que ya han convencido al gran transformador, y que la siguiente capa son las cooperativas. “Al principio también costaba convencer a la gente para que contratara una tarifa plana”, recordó.


La tecnología es española en muchos casos, señalaron Aceituno y Jiménez, y de hecho Hispatec está exportando la suya a Hispanoamérica. Molina, más escéptico, reclamó que los apoyos públicos sean menos para las start-ups y más para los consumidores de la tecnología, “para que elijan la mejor”. También reconoció que ellos mismos intentan trabajar con compañías españolas “más con el corazón que con la razón”.

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