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No todo es Precio. Pablo Bueno, Vicepresidente de Tecniberia.


Pablo Bueno, Vicepresidente de TECNIBERIA, describe los problemas de que el precio marque las licitaciones. El representante de la Asociación Española de Empresas de Ingeniería, Consultoría y Servicios Tecnológicos cree que hay que asegurar que "se invierte lo necesario en pensar"

Los costes de ingeniería son irrelevantes cuando los comparamos con los costes de construcción y los de operación y mantenimiento a lo largo de la vida útil de la infraestructura. Sin embargo, la inversión en ingeniería es el principal factor, el que tiene más influencia en su éxito. No sólo en el coste final, sino lo que es aún más importante: en que la infraestructura cumpla sus objetivos de servicio a la sociedad.


Los costes de ingeniería, incluyendo la planificación, los estudios de viabilidad, los diseños previos (estudios informativos, proyectos básicos), proyectos de detalle, super­visión y control de calidad de las obras, son una parte mínima de la inversión. Muchas administraciones han reducido su inversión en pensar y en controlar la calidad de lo que se construye (en ingeniería), reduciendo a niveles increíbles los honorarios de los servicios de consultoría de ingeniería, con la idea equivocada de que ahorrando en todos los sumandos ahorrarían en el coste global. Por su puesto, han obtenido lo contrario. Las empresas consultoras de ingeniería tienen muy pocas herramientas para reducir sus costes y la mayoría de estas tienen una influencia muy negativa en la infraestructura. El coste de las ingenierías lo representan fundamentalmente las personas y su tiempo, por lo que las opciones que una consultora de ingeniería tiene para reducir sus costes consisten en invertir menos en personal y en el tiempo dedicado al contrato. Algunas empresas han optado por no tener empleo fijo, por emplear ingenieros en jubilación activa, por no invertir en formación ni en innovación, por pagar salarios más bajos, en general por disponer de profesionales de menor coste, y lo peor de todo, por dedicar el menor tiempo posible a pensar, dejando de optimizar los diseños y estudiando menos alternativas. ¿Es alguna de estas medidas buena pa­ra asegurar que una infraestructura está optimizada y cumple los objetivas de inversión? Evidentemente no. Cuando las administraciones subastan la ingeniería, deberían tener esto en mente, es cierto que si es posible optimizar algunos procesos de forma que lleven menos tiempo y en este sentido, la experiencia y los desarrollos digitales ayudan a reducir el coste, pero estos últimos factores no son los que tienen más influencia en el mismo.


En los países más avanzados, para evitar incidencias en obra, sobre costes, retrasos, riesgos en general, para facilitar el mantenimiento y sobre todo para asegurar que la infraestructura responde a las necesidades de los ciudadanos, se buscan mecanismos que aseguren que se invierte lo necesario en pensar. Esto es lo contrario de lo que ocurre en España, que lleva diez años malpagando la ingeniería. Muchas administraciones pú­blicas españolas achacan al sector la culpa de los bajos honorarios, ya que son las propias empresas las que ofrecen esos bajos precios para contratar. Pero por otro lado, son las consultoras las que culpan a las administraciones de los bajos precios aduciendo que son la con­secuencia lógica de los pliegos de cláusulas administrativas. ¿Qué fue antes el huevo o la gallina? La realidad tozuda es que a lo largo de estos últimos diez años de cri­sis, algunos organismos han estado contratando consultaría de ingeniería con rebajas del 65% con respecto al precio que considera­ban razonable los propios técnicos de ese organismo.


¿Qué podemos hacer para optimi­zar la inversión y que, entre otras, cosas resulte más barata? Muy fácil: invertir más en pensar. Y para ello, lo más sencillo es pagar lo razonable a las ingenierías. No hace falta inventar, se pueden emplear los mecanismos que utiliza la pro­pia Comisión Europea para contratar consultoría de ingeniería. Estos procedimientos son los mismos que utilizan los organismos Internacionales y son por otro la­do, los que recomienda la nueva ley de contratos. En primer lugar, el precio debe tener una influencia relativamente pequeña, estos organismos utilizan el 20%. En segun­do lugar, debe valorarse el precio, no la baja, que es además lo que dice la ley. No tiene sentido la fórmula habitual que otorga 0 puntos al precio igual al presupuesto orientativo, al que consideran razonable los funcionarios. Es muy sencillo, se puede utilizar la misma fórmula que emplea la Unión Europea. En definitiva, dejemos que la ingeniería compita en calidad, en alcance técnico, concedíéndole un precio razonable.





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